CORDILLERA
El cóndor avasallaba con su vuelo la montaña
en el templo del origen,
lejos de las piedras entre el agua y los musgos.
Nadie percibía el estruendo de los témpanos.
Acaso el Cristo Redentor pudo escuchar el grito
y la cruz le abrió los brazos a la misericordia.
Los indígenas amasaban el pan
con la promesa de las araucarias,
resignadas al palpitar de los peñascos.
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