INTERIORES
Aferrada a mi sombra, como el árbol a la tierra,
miro el eco de los ojos que devoran la
esperanza,
escucho voces
que resuenan
en el piano de mi infancia.
¿Por qué el hombre explora y conquista el
espacio,
como el ave que busca la presa para sobrevivir?
Y mientras respondes,
va huyendo el día, que envuelto en gotas,
resbala tímidamente, entre los dedos codiciosos.
Y quieto mi cuerpo, en la pesadilla de la
orfandad,
recupera el instante de luz,
y se contagia del poder crepuscular de la
palabra,
aliento sutil convertido en magia,
herida en la agonía inexistente,
rasgada por caminos
de venganza.
Erguida en la sombra del poder,
como la espina en una rama,
siento el dolor de la ausencia
en el hueso quebrado.
Y en el andar de las calles largas,
se van trazan líneas que multiplican la soledad.
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