PUBERTAD
La
sangre se vertió en las nubes de la aurora
y
mancilló mi falda.
Mi
piel era una esfinge
que no
pudo responder a las preguntas
como
un serafín en una tierra ardiente.
Hubo
una ruptura del secreto
sobre
las rosadas amapolas.
Nadie
halló ningún indicio.
Acaso
sea un tesoro recóndito
que se
fue tras los cristales.
Dónde
estabas, madre
cuando
me despeñé por el barranco
a
través de endemoniados giros.
Yo
siento acaso que sólo queda una mirada oblicua
ceñida
a un pasado inaccesible.
Por
qué acudí como un fantasma aquella noche
entre
las bambalinas con el cuerpo desposeído
añorando
un enjambre de signos.
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