AL BORDE DE LA MAÑANA ETERNA
Iré mañana a la casa del edén perdido
para yacer en calma.
Me esperará el asombro de la infancia,
me esperará la mesa
con el pan caliente
y el agua clara.
Señor,
esta muerte inmortal
que navega mi sangre
recorre las cariátides de mis huesos
oye el jadear del pájaro.
Oh, tiempo.
Tiempo de verano.
Como la felicidad
se esconden las cigarras
cortejan a la luz
las mariposas.
Por qué a la noche
se me acaba la vida.
Llega ahora la mañana blanca
en la danza espiralaza
de los pájaros.
Cuando se pierde la luz
siento el espanto del crepúsculo.
Quiero estar
al borde de la mañana eterna.
De su libro: “Lirios prohibidos”.
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