de
la presentación del libro de Cristina Pizarro,
NO SABRÉ EL FINAL DEL TIEMPO
Bienvenidos
amigos y amigas. Bienvenidos porque estamos en el ámbito propicio. Hay
escritores que construyen residencias para la posteridad. Hay escritores
que en esos domicilios, construyen espléndidas mansiones literarias para la
inmortalidad. Contemplo este piano nobile y pienso en ese
príncipe del Renacimento y que fuera
dueño de esta mansión, el refinado escritor argentino Enrique Larreta, digno representante del
siglo XIX, siglo del renacer de las letras no sólo aquí en Argentina sino
también en Italia y Francia. Si digo Italia, pienso en el Enrique Larreta
italiano que fuera Gabriel D’Annunzio, quien escribía y vivía majestuosamente frente al lago di Garda, en Il Vittoriale; si
digo Francia, pienso en el Enrique Larreta francés, Paul Claudel, quien
escribía y vivía a todo trapo en la mansión del presbiterio en
Villeneuve-sur-Fère. La ecuación sería esta: gran mansión=gran escritor, una ecuación
para el siglo XIX y que ya no está en vigencia. Digo todo esto porque nuestra
poeta, Cristina Pizarro en un departamento, aquí en el barrio de Belgrano, ha
construido una mansión literaria con ventanas a la inmortalidad de la belleza.
Y no sólo con ventanas, sino con patios y jardines, con recámaras y aposentos
que dan a balcones, balcones con almenas y balaustradas donde hay una reunión
de símbolos y realidades, de grandiosidad y sencillez.
Para presentar
tan altos poemas, Cristina nos ha convocado. Aquí hablarán su editora; el
escritor y editor Wencelao Maldonado, quien profesa el sacerdocio de la poesía
en español, latín y griego; después vendrá a hablarnos de la obra, Carlos
Barbarito, buen escritor y mejor crítico de Artes Plásticas, y nos recitará
poemas del libro la querida Poly Ballestrini, lorquiana de fuste y que a partir
de hoy, será pizarriana de pura cepa.
Antes de pasar la
palabra a Wences, agregaré algunas: Monsieurs Dames, bajo este liviano libro,
perdura una mujer fuerte, una mujer que ha trabajado, como diría Olga Orozco,
gran amiga, que ha trabajado “en las canteras del verbo, en la roncas
fundiciones de la poesía”, trabajo que se refleja en este libro que tiene el
refinamiento poético de Larreta, cuyas páginas están iluminadas con el fuego
sagrado de D’Annunzio y la pasión por el Universo de Claudel. Por lo tanto, en este bello libro hay más
epifanías que laberintos, más alondras y ruiseñores que cuervos y vampiros (si
bien hay algunos vampiros que la autora
puso “pour la gallerie”); en
suma, hay más bellas cariátides y Afroditas que feas gárgolas y brujas, y aquí
termino, hay más perlas y gemas preciosas que carbones y cenizas.
Miroslav Scheuba
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