DENTELLADA
Está
la tierra baldía.
Las hierbas de
la fuente
aniquiladas.
Una
ciénaga gobierna la cacería de alas,
atraviesa
el cerco,
y de
un zarpazo,
apresa
mi corazón de rubíes,
enhebra
cordones
de hierro
alrededor
de mi garganta.
Se
quebraron los lazos de mi pampa.
Regresemos
a la arcilla,
amado
mío.
Allí,
no podrá ningún chacal
devorarle
al buey sus simientes de oro.
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