domingo, 8 de enero de 2012

COMENTARIOS: CONFESIONES DE GERTRUDIS GLAUBEN

LIBRO DE POEMAS.

CONFESIONES DE GERTRUDIS GLAUBEN

JUAN JACOBO BAJARLIA




Con un tono elegíaco Gertrudis Glauben desarrolla un poema que abarca la esperanza y la finitud de todo lo existente, barrido al final por la inquietud y la desolación del hombre, enfrentado siempre a la inestabilidad de un mundo que ha crecido arbitrariamente para hacer de la vida un juego inútil que sólo conduce a la desazón, y un poco más al olvido de un mundo que ha perdido el fervor su capacidad de renovación.
Estas confesiones exaltan la desazón, hacen de la esperanza un juego inútil y perecedero que el hombre no podrá detener a voluntad. Un poema que define la finitud del ser y la existencia de una vida que se solaza con el enigma y el misterio de la existencia.
Confesiones de Gertrudis Glauben está lleno de imágenes trascendentes, y lleva consigo una desazón que la acerca a poetas como Alejandra Pizarnik y Elisabet Azcona Cronwell. En definitiva, un emotivo gran poema.
Buenos Aires, 2005
Juan-Jacobo Bajarlía


SEBASTIÁN JORGI

Aborda la cotidiana atrocidad de nuestros días a través de un bosque – mirada. Al tiempo que con sutil arte poética vislumbra el paraíso recobrado. Como mero lector trato de asumir traslaciones de tu poética, asir imágenes ante tus desdoblamientos, tan íntimos como herméticos, el cómo morir / de la muerte de uno mismo o refugiarme contigo en esos huecos tibios. Este asunto del desdoblamiento podría ser una argucia ¿ o un mecanismo de defensa ? palpé las huellas de mi sed / en otras huellas. Multivalencias de espacios: firmes o incendiados, acaso en los perros atropellados o en las heladas que aroman el camino. Trayecto andado, vida transmutada en poiesis que se deshace en la arena.
Una combustión a lo bonzo en esas crepitaciones que podrían alcanzar a la
Dama de Mimbre…y aquí me detengo: ¿ mimbre, como resiliencia-recuerdo como metáfora de ese bosque de abedules ? ¿En la esperanza de encontrar algún espacio desolado y convertirse en la mujer de fuego ?
La contemplación de la lejanía –leitmotiv si se quiere tradicional en los
poetas – y ese mar de gaviotas en medio del silencio, en un estadio de soledad-vigilia de cuerpo y alma van anticipando cuadros y visiones en un
viraje existencial, casi agónico de Gertrudis Glauben, presupuestada entre el mundo real y el ensueño del lenguaje, sumida en el acaso.
Alma y sexo, dualidad del Ser, reformulan categorías ontológicas –siempre en el acaso-tiempo, frente al límite de los presagios : ¿ Dime noble
Poeta, cuál es tu presagio ? ¿ En el pozo de agua / hallo mi Ser?
Constataciones existenciales. Nostalgia-refugio, porque el borde será siempre un
secreto y nuestra poeta está sitiada, retro-angustiada – si se me permite
esta ecuación—y provoca una imagen ultra romántica : se incendiaron nuestros nombres grabados.
Sí, eres valle, querida Cristina Pizarro, personificación inteligente la tuya
de un paraje natural y aunque con el Ser vacilante, estás apostada en el límite del lenguaje y te imagino buscando la ciénaga blanca como paraíso final y purificante.
Te felicito. Ex cordis.
Caballito, 14 de enero de 2006


BERTHA BILBAO RICHTER

Después de haber dado la bienvenida a Jacarandaes en celo, itinerario poético de una trayectoria vital y expresión de la potencialidad de la vida en floración, como manifestación cíclica de la naturaleza y epifanía del ámbito celeste, pienso que Cristina Pizarro, a partir de su frecuentación en la fantasía, entendida como develación, se ha dejado seducir por la voz confesional de un personaje imaginario, quizás su propia máscara que oculta, pero al mismo tiempo revela su más prístina esencia. ¿Quién es Gertrudis Glauben y cuál es la motivación de sus Confesiones? Sólo si aceptamos como lectores, su encarnadura expresada en variadas y bellas páginas, tendremos la posibilidad de comprenderla no sólo en su especificidad fictiva sino también en esa individualidad humana de la autora que se vuelve voz de la condición femenina inserta en una intertextualidad artística interepocal e intersubjetiva.

Confesiones de Gertrudis Glauben es la construcción literaria de una identidad; pero lejos de ofrecernos una sucesión serial y ordenada de referentes recuperados por la memoria, Cristina Pizarro dinamiza en un proceso creativo, la metamorfosis de sus propias experiencias y reflexiones, de modo tal que la autorrepresentación en ese yo condicionado por la lírica es su propia imagen fragmentada en el espejo trizado que muestra a todo creador, esa ambigüedad no resuelta entre la vida y su representación.

De ahí que el hábito conventual de Gertrudis que ocultaba la exaltación del conocimiento contemplativo y su grácil figura de madonna, retoma en este siglo, a través de la precisión identitaria de un apellido, Glauben, significativamente “creencia”, en la pluma de Cristina Pizarro, la fascinación por la búsqueda de un orden superior y de una realidad trascendente a través de los signos de la inmanencia.


RUTH FERNÁNDEZ

Ante las Confesiones de Gertrudis Glauben, poemario de Cristina Pizarro, hallamos que el valor de la palabra puede ser eterno, vale decir, que lo poético se convierte en razón sagrada y universal.
En este caso se trata de algo muy profundo; es el ser mismo que expresa belleza, sea en el amor, el olvido o la congoja. Así siempre lo trascendente en este libro, va cayendo gota a gota, como perlas donde el silencio o los silencios otorgados por los espacios entre verso y verso constituyen la sabiduría y la eternidad del ser.
En estos poemas hay una necesidad de infinito, la búsqueda dolorosa de saberse criatura limitada. Tal cual lo dice Cristina Pizarro en este singular libro, su sed de infinito no se agota, sino que consciente de su mismidad se busca desesperadamente, resbala en la oscuridad de un mundo desahuciado y desierto. Aquí hago mía la frase de Bajarlía que afirma:”Las confesiones de Gertrudis Glauben hacen de la esperanza un juego inútil y exaltan la desazón”.
Nada está escrito aquí por pura locución. Una dimensión de trascendencia, de apariencia dispar es cuando la poeta dialoga consigo misma y es aquella Gertrudis que, en bastardilla narra lo rotundo del ser; vale decir hay dos consignas, una exterior dada por la beatitud del lenguaje-bellamente armonioso- y otra interior, profunda, desolada, fuertemente desgarrada y que Pizarro, como una espía de Dios, va introduciendo entre verso y verso.
Es la intimidad de la vida humana, tan pasajera como una hoja en la tormenta y es el arribo a la muerte.
Llama la atención aquí el lirismo dulce, estrictamente poético que nace en cada sintagma utilizado por la poeta, como puesto al descuido pero intenso, sabiamente pensado; es su voz interior, ese goce del alma.
Ya habíamos observado en la obra anterior de Pizarro ese “maná” auténtico, esa dócil y conventual necesidad de unirse íntimamente con la Naturaleza, más aún con lo cósmico y trascendente.
Así en estas Confesiones aparece mucho más notorio su profundo amor y búsqueda ante la incógnita del hombre: quiénes somos, de dónde venimos y adonde vamos y la relación que los humanos tenemos con el resto del universo. Eso Cristina Pizarro lo experimenta en la sangre y, como Novalis posee un hondo sentimiento religioso, sagrado y profético: “Toda obra de arte-dice aquel- es un elemento espiritual y todo poema un individuos viviente”
La filosofía del Ser y la Nada clama desde lo hondo en esta Gertrudis-Cristina cuyo devenir aparece como una sombra de su propia palabra.
Se diría que, en cada brevísimo pensamiento la poeta se adelanta como un augur al futuro: hay allí un auto de fe, un pre-sentimiento del destino de esta humanidad a punto de desaparecer o cambiar. Y nos sorprende la sabiduría expresada en cada poema. Todo se nos presenta misterioso, hermético pero valedero ya que la protagonista va marcando paso a paso su destino terrenal. No obstante la Muerte le anuncia entre líneas el ocaso, el olvido, pero antes el recuerdo del ser que ha palpitado en el Amor. El designio innominado y eterno y, hasta el Deseo del sexo.
He aquí justamente la Eternidad, lo que pervive, eso impalpable, a veces oscuro y tímido y, por momentos Luz deslumbrante de un Dios o de muchos dioses vividos en común con su interior.
La propia Gertrudis Glauben va marcando como el austero peregrino su marcha inútil, exhausta y desanimada hacia esa desconocida Eternidad, aurora disipada y lejana, allí donde no aparece jamás el límite.
De nuevo Gertrudis se impregna de naturaleza. Diremos que este transcurrir policromo entre abedules, crisantemos, fresnos, aguas claras u hogueras constituyen el íntimo sabor de este libro singular donde su autora se nos revela asombrosamente intuitiva, casi chamánica, augur de un futuro.
No obstante, este personaje debió pasar por el dolorido canto fúnebre de dejar de existir para arribar al cambio. Y hablamos del personaje.
Su naturaleza está íntimamente ligada a la Naturaleza universal; es el maná del que antes hablamos.
Todo ello nos remite a la poesía de Gerard de Nerval y a su concepción ocultista de la existencia.
Es sin duda un misticismo natural, de profundo arraigo en el alma germana, de hecho Gertrudis Glauben se nos manifiesta conscientemente identificada con ella. La transformación con su “dasein”(existencia, el ser ahí mismo de Heidegger) está bien presente. Por lo tanto no nos asombramos de que el personaje de Cristina Pizarro sea esta nostalgiosa dama, casi medieval, dulcemente sabia, una campesina germana que, a ratos dialoga consigo misma pero adentrándose en el campus filosófico del transcurrir de la humanidad.
Moderna y antigua a la vez, es portadora de un clamor existencial, cito:”porque somos la espiga del mañana-dice- aparecen nuestros cuerpos ante los ojos y la luz.
“Somos ese amor que trasciende las huellas del calendario”.
En la página 49 un verso nos revela el hermetismo, ahora abierto claramente para aquellos que puedan descubrirlo, cuando su voz poética se desliza mansamente misteriosa, cito: “ esos que repoblarán la tierra-afirma- no lo conmoverán ni las llamas ni los hielos ni las tinieblas.
¿Un mensaje apocalíptico? No, nuestra poeta (ya lo dijimos antes) es la voz del augur del mañana, pero hay aquí un conocimiento secular preparado para la transformación del hombre en luz.
Por eso Gertrudis aminora su canto y promueve con ello la búsqueda de su salvación en la claridad.
Si bien, como poeta, enaltece el lirismo que surge de su canto (ya que lo poético en ella es natural y diáfano) hay asimismo un conocimiento, diría gnóstico o teosófico que aflora como en los presurrealistas, aquellos agrupados alrededor de los signos y dogmas, donde la religión es una vivencia trascendente, un sentimiento de dependencia. Es la identificación con el Todo que tanto Novalis como Nerval profesaron en sus obras poética. Estos conceptos habían caracterizado a todo un movimiento filosófico y lírico, cuya visión del mundo constituyó un retorno a la cosmovisión oriental, en oposición al dualismo occidental.
Su lenguaje (el de Pizarro) se esparce hacia la concepción unitaria de tiempo y espacio, dos entidades que figuran continuamente en sus versos. De esta manera al hablar del amor perdido o del olvido-recuerdo, cito: ¿Quién soy-dice en la página 93- apenas una pregunta que reclama el ser, un archipiélago de seres y de cosas. Se precipita en el pasar del tiempo porque el tiempo es paso, transición ,¿Quieres penetrar en este tiempo interior, meditar en la memoria la interioridad de la conciencia continua?
Es la poeta encarnada en Gertrudis Glauben que filosofa sobre lo instable lo transitorio de la vida humana.
Cristina Pizarro o Gertrudis Glauben pertenecen a un mundo metafísico y a la par doloroso y pastoril, aunque la belleza dulce de su palabra denota un secreto que podría minar su propia poética, su íntima y total desolación.
Y cuando decimos desolación estamos diciendo sin suelo, fuera del mundo.
De pronto hallamos a una Cristina igual a una niña llorosa que se ha pedido en la oscuridad. No obstante sabe que algo o alguien la conducirán hacia la luz.
Hermoso libro lleno de sugerencias y que merece mucho más tiempo y espacio para ser estudiado.
No de vicio han sido traducidos y analizados sus poemas a diversos idiomas como exponentes de su universalidad.
Cristina Pizarro muestra en su Gertrudis el valor intrínseco y lo eterno de la buena poesía, mejor dicho de una excelente poesía, pocas veces leída, muy poco gustada aquí donde la vanidad de las palabras es materia corriente de una pseudo poesía moderna, que dice lo falaz y lo intrascendente. Por el contrario Cristina nos hace reflexionar y gustar una suerte de ensoñación interior, muy honda, profundamente sensible, y extraordinaria desde lo imaginativo, encarnado en un personaje ficticio que, en realidad es ella misma filosofando dulce y dolorosamente en su intimidad casi acongojada.
Libro para gustarlo a solas, también en la intimidad del alma. Palabra olvidada por muchos, pero rescatada en estas Confesiones.
Ruth Fernández
Buenos Aires, 16 de junio de 2006.



LUIS RAUL CALVO

“ A veces te busco/en la noche/en el sueño/quiero penetrar/en otro mundo/revelar sus secretos/quiero reposar sobre el misterio/pavoroso/que emerge de la tierra/diseminados los huesos /de fuego y sangre/se guarecen/en la tumba/el dios de la danza me deja /su aliento/junto al caballo alado/se aleja del dolor/la materia se trasmuta. Renace la vida.”

Hay libros en la producción de un poeta que representan la continuidad de lo escrito anteriormente.
Otros textos señalan un estado de transición, un límite que va delineando un proceso de cambio que comienza a avizorarse.
En este caso, podríamos decir que “Confesiones de Gertrudis Glauben”, de cristina Pizarro, marca un punto de ruptura respecto a sus últimas obras publicadas.
Es decir, si bien su poética nos muestra la perseveración de un estilo personal que siempre la ha caracterizado, en “Confesiones…”, su estética parte de un tono elegíaco que le confiere al cuerpo del libro un estado de tensión, de dramatismo que nos circunda y nos atraviesa como condición humana.
Lejos están los tiempos de la modernidad, caracterizada por la presencia de verdades y certeza absolutas, tiempo donde se construía un presente y se vislumbraba un futuro promisorio.
Los poetas siempre se han caracterizado por acompañar y adelantarse los cambios y a las crisis. El discurso poético refiere un estado interior pero también colectivo. Muchas veces, es el portavoz de lo que subyace en las hondas profundidades del ser humano y la sociedad.
El libro que hoy presentamos refleja espiritualmente la crisis del hombre contemporáneo, sus dudad y vacilaciones frente a este territorio incierto que nos rodea. El poeta de estos días, sensible a las vicisitudes de la existencia, canta desde el desgarramiento, desde la soledad más íntima e intransferible, allí el poema. Como sujeto hablante nos comunica lo incomunicable.
Dice Cristina,”…como morir/de la muerte de uno mismo/llorar de miedo/y no poder amar…”
La muerte, las pequeñas muertes en vida, la dificultad del encuentro amoroso, algunos de los grandes temas que siempre han obsesionado a los poetas y que se hacen carne en el sentir de Cristina Pizarro, cuya desesperanza y desencanto se hacen visibles en varios pasajes de la obra.
Dice ella”…se desgarra la palabra/en la arena hay signos rotos/que deshacen el amor…” y más adelante,”…la muerte subyugó el deseo / y se devoró al ser…”
Pero también leemos:”…mientras escucho el canto amanecen las palabras enterradas…”,”…en el éxtasis el tiempo es un ahora para siempre/contar el comienzo de la historia…”
“…la duda y al pregunta /arrecian sin ver el espectáculo/las calles plenas de desesperanza/un mundo sin oído a los lamentos…acaso un instante alcanza la luz…”
La perplejidad, el asombro, la revelación de algo misterioso y fugaz, fugacidad que detiene el tiempo y lo convierte en lago eterno. Estas son algunas de las claves que subyacen en “Confesiones…” y nos permiten pensar que detrás de un aparente pesimismo, se esconde la esperanza, la fe, la posibilidad de recobrar el sueño de la infancia.
Los dibujos de Margaret Collazo se funden e integran a los poemas con un lenguaje simbólico y sugerente, el personaje central, como en un estado de vigilia, se ve acompañado de esos fantasmas interiores que viven con nosotros a lo largo de nuestra historia.
Estamos en presencia de un bello poemario, su belleza radica en la profunda introspección del ser humano ensimismado en la necesidad de encontrarle sentido a la vida, un recorrido que no conoce límites, un continuo hacerse en búsqueda de la plenitud de la luz. El decir de Cristina Pizarro emerge desde lo más alto, como un torrente, como la voz de una exquisita poeta. Muchas gracias.
Luis Raúl Calvo
Buenos Aires, 16 de junio de 2006.


GRACIELA LICCIARDI

Este poemario de Cristina Pizarro está atravesado como una espada por una gran declaración de amor a la vida, por la manifestación de todos los actos en ella realizados, por todas las ideas, sentimientos y pecados que están implícitos en el recorrido de una existencia que no transita por la tierra meramente sino que va dejando una estela de creación, de infinita devoción a la palabra a la que le otorga el sentido primordial que ella tiene y lo desarrolla en forma inusitada, por momentos desplegando todo el ser creativo y amante, por momentos paralizándose, cercana a la muerte, y más tarde e indefectiblemente y por una inexplicada fuerza arrolladora, resurgir para seguir intentándolo, con una nueva esperanza. El poemario es un grito soterrado en el que se implora poder amar y ser amado.
En la primera parte hay objetos que soportan las ruinas del deseo, los objetos que inanimados parecen resistir al paso del tiempo y el fin de lo que se anhela; el camino transitado se muestra deshilachado, los perros han sido atropellados por el ritmo vertiginoso de la vida. Gertrudis en ocasiones es una niña que llora de miedo porque no puede amar. La autora oscila entre la primera y la tercera persona en un desdoblamiento en el que se ve a sí misma cobijada en huecos tibios tratando de huir pero quedándose en ese cuerpo en combustión que no alcanza a saciar su sed.
Hay una fuerte presencia de alguien que custodia la puerta del deseo, la baja a la tierra donde no quiere permanecer, es heroína que salva, se cree flor, con desolación advierte que nadie la arranca, se siente olvidada, inexistente. A través de los poemas Gertrudis Glauben logra existir y en ellos quiere perpetuarse, los sueños reposan sobre los nenúfares.
Cristina Pizarro describe el gozo de Gertrudis en un poema de doble juego, ya que por la tipografía, podemos leerlo de diferentes maneras: “explora/conquista y ama” dice por un lado y por otro hay una promesa que es espectro, sin embargo no se abandona, hay un relumbramiento de lo siniestro en una herida que brilla en la escarcha, hay látigos y espadas que seducen, acaso deberíamos preguntarnos si Gertrudis se regodea en el dolor? Se advierte en todo momento que florece en ella una voz diferente que la anima, ¿es la voz de ella misma o del amor que la llama y atrae?
En la segunda parte comienzan las confesiones de Gertrudis Glauben. En la primera nos prepara con un preludio de silencios, no sabemos qué es lo que Gertrudis nos va a confesar, nos pone alertas y en tensión. En la segunda ya nos habla en plural tomando la voz de los poetas y nos dice que “escribiremos poemas para salvarnos de la muerte”, luego retoma la primera persona que está cargada de bestialidad y odio, nos dice que siente la muerte con sus brutales juegos, se vuelve a ver a sí misma como otra de ella, yaciendo sin resurgir, expectante, casi paralizada.
En la tercera confesión el tono se vuelve aún más dramático, nos habla de la difícil elección de cómo vivir, no hay posible elección en el nacer y el morir. Cristina en el personaje de Gertrudis nos enfrenta a la cruda existencia, desde el hueso desgarrador de la realidad y comienza a enumerar las diferentes elecciones a las que constantemente debemos asistir, entre labios y bocas, el cuerpo y las palabras, el silencio o el verbo, el amar o el ser amado o ambas cosas, preguntas que van ondulando en nuestra voluntad y pensamiento, desde la raíz del ser o no ser.
En la cuarta confesión Gertrudis nos coloca ante un plato sin comida que tiene apenas restos de espinas. Es una caída al vacío, una vuelta hacia lo intrínseco, hacia las vísceras, como dice la autora. Hay una autocomplacencia, un orgasmo en caracol hacia el centro de sí misma. Un monstruo rapta a la niña de agua que aparece y queda lastimada. Una espada hiere la energía sexual y la niña luego se convierte en mujer de fuego que abrasa la sombra y entonces es feliz.
De esta manera la concepción poética de Cristina Pizarro en estos poemas y puestos en el personaje de Gertudis Glauben muta entre el desasosiego por no sentirse amada al resurgimiento de la esperanza de poder llegar a ser feliz al ser rescatada por el propio amor en estado más puro.
En la quinta confesión parece entrar en un estado de contemplación, nos habla de un himno quieto, del guarecimiento en una trinchera. Parece estar alerta; el erotismo surge en la mirada hacia pájaros extraños que copulan.
Una sexta confesión nos trae el desdoblamiento en el acto de amar y pasar a ser el otro, hay una palabra sin cuerpo porque todo se torna inmaterialidad, otra vez la tercera persona que se interroga a sí misma y también hay un amante, depositario en cada pregunta; toma el fresno como simbolismo de refugio, está siempre verde, es perenne, es mencionada la serpiente como el pecado, como lo malo, pero esta vez dice la autora que reptará por la hoguera; las estrellas rojas serán el lugar de encuentro de los amantes.
Es en la séptima confesión en que Gertrudis Glauben se mira en el pozo de agua donde halla su ser, juega con estar en el borde del pozo que es un abismo.
En la octava confesión la palabra se silencia, describe la absoluta imposibilidad de expresarse.
En la novena hay un tono elegíaco como de abandono total, sonidos de campanas, martillazos, tambores y timbales, el ulular del viento y desemboca en la muerte que sólo es sonido.
En la tercera Parte Cristina Pizarro en la voz de Gertrudis Glauben toma el núcleo existencial, lo corporiza en los vestidos que yacen en el desván y buscan la salvación aunque estén viejos y gastados, nudos de huesos plenos de estrellas, dice la autora, simbolizando el pasado al que uno se aferra, y lo reafirma en los nudos de la propia existencia atada con hilos que conducen a la nada y deambulan por el cuerpo de Gertrudis Glauben, sin embargo las palabras resisten, ya el lenguaje se torna en ensueño, hay desasosiego, aunque el guerrero (las fuerzas cósmicas) consiga guiar el carro triunfal. Aquí comienza una descripción por demás sensual y erótica en esas arterias bullentes que son penetradas en su desnudez, el despojo total en la escritura que se hace en soledad y silencio.
Ya la autora en el quinto verso enuncia el Dasein (el ser ahí) en el que se mueve en el límite del lenguaje, “el tiempo es un ahora y siempre” dice Cristina Pizarro “somos la espiga del mañana” dice; hay una palabra que retorna y trasciende en amor. Gertrudis Glauben se constituye en esfinge observándolo todo como una piedra, inmutable, buscando serenidad. Las palabras comienzan a arremolinarse para caer en la hoja de papel con “tu nombre” dice la autora y entonces sabemos que el amor es el depositario o acaso el lector que vea esas palabras. El caracol de uno de los versos es esa búsqueda infinita e insaciada que Gertrudis Glauben persigue en todo el poemario. A lo largo de los siguientes poemas el ser de Gertrudis se vuelve cambiante, se pregunta quién es ante esa tierra de América que sepultó con sangre al conquistador; el futuro se pronuncia con el deseo de bailar y rodear el rostro del amante, ya convertida ella en flor de lis que en un momento nos esperanza pero esto no ha de quedar así, los amantes finalmente se separan para seguir el viaje hacia un lugar incierto, el futuro otra vez pasa a ser nada, se vislumbran de nuevo las miserias de la vida, y otra vez,, como un gesto de circularidad, renacen nuevamente y lo hacen en forma de caballo alado; la esperanza renace en el canto de un ruiseñor que trina aún en el dolor.
Hay también una carta a la bella Gertrudis en la que el personaje llamado Guillerme de Ventadour le escribe que ella ha de alcanzar el poema en la eternidad. En Homo Viator el poema nos va llevando del deseo como expresión epifánica a la escritura del desasosiego, la duda, la pregunta, la desesperanza, días de desdicha a la iniciación a un nuevo viaje, al peregrinar en la repetición de los versos, el porvenir hacia la muerte, una búsqueda que parece infructuosa hasta que de pronto aparece la tierra yerma y despojada de nuestros ancestros, tejedores, herreros, una multitud sin rostro defendiéndola. Se ve a una Gertrudis viviendo entre esos campesinos saqueados, ella es una más pero se la advierte en paz.
El alter ego desarrollado en este poemario se pregunta sobre los recuerdos donde hay un pasado en la lengua, el cuerpo toma presencia, van hacia él como azahares, el jazmín de la casa, las voces extraviadas, las heridas; se desdibuja la figura del amante, emerge el dolor; la acusación, el perdón ,causan desasosiego otra vez y hay un deseo de desaparecer, hay tiempos de memoria interna, el temor al olvido, el querer capturar el tiempo perdido, la añoranza de parajes que otro cuerpo visitó y a decir de Gertrudis Glauben cada poema es una “inscripción en la piel”, cada poema está bordado, cada poema es una filigrana cuidadosamente construida con agudeza, con sensualidad, con una fina corteza de esperanza, también con una cargada cuota de dolor, en la búsqueda infinita del propio ser y en el deseo de ser en el otro, una ilusión que por momentos se desvanece y en un instante inesperado renace, como el ave que pareció fenecer, sus latidos se vuelven tenues, como suaves marismas, apenas murmullos de abandono, tristes y desacompasados, sin embargo advierte que el corazón de Gertrudis Glauben, esa mujer que ama demasiado, comienza a golpear intensamente, con más fuerza, con más vigor, con más ímpetu; la pasión se apodera de Gertrudis que escribe y escribe y no cesa, no quiere cesar, las palabras configuran una música fluyente y de ensoñación que se acerca otra vez al cuerpo amado hasta sentirlo, a través del amor, a través de las palabras que Cristina Pizarro ha escogido para cada poema, a través de las palabras de Gertrudis Glauben, a la cual ya le pertenecen todas las palabras, cada una.





ROSA MARÍA SOBRÓN
“El misticismo de una poeta de hoy”

Han quedado desde mis días de estudiante, grabadas para siempre, las figuras de
Santa Teresa de Avila, de San Juan de la Cruz y mucho después, la de Sor Juana
Inés de la Cruz. A todos ellos los sigo leyendo con admiración y fervor.
Cristina Pizarro, poeta de nuestro siglo, ha obrado un milagro increíble.
Nos ha acercado la figura de Gertrudis, la Magna, siglos XIII y XIV, a través de sus
Revelaciones o Confesiones.
Mejor dicho, nuestra poeta ha entrado en la vida y el corazón de aquélla para
transfigurar sus sentimientos sus alegrías y dolores en un canto de singular belleza.
Si bien el libro se organiza en tres partes, la que más sorprende y da corporeidad al
eje temático es la segunda, es decir la de las Confesiones de Gertrudis. Esta obra de
Cristina ha sido ya presentada varias veces por voces notables de nuestra literatura, a
las que yo agrego apenas unas palabras en que se suman la emoción y la admiración.
Creo necesario expresar que la monja benedictina Gertrudis que entró al convento a
los cinco años de edad fue un Ser excepcional, puesto en la tierra para espiritualizar al
mundo y dejar a través de sus poéticos y místicos escritos, una enseñanza perdurable
que no conoce tiempos ni distancias tal como
Se ha obrado un milagro, diríase como una traslación a través del tiempo la distancia
para lograr un perfecta unidad que florece en estas páginas de singular delicadeza y
trascendencia.
Ej: "Amar sin herir/ sin lastimarse/ amar/ sin ser amado// ser amado sin amar/ amar y
ser amado" Paradojas no inútiles sino colmadas de sabiduría porque "no elegimos
nacer/ no elegimos morir/ es difícil elegir/ mientras vivimos".
Gertrudis, tan pequeña asida a lo eterno, camina y danza entre alhelíes y abedules,
busca las aguas claras , los bosques íntimos de su espiritualidad, rasguea en violines
invisibles, llora, gime y canta en un canto de eterno y transparente Amor. Así la
imagina y la dibuja nuestra poeta, que trasfunde en el espíritu de Gertrudis su propia
alma , su unión con la divinidad a través de la poesía.
Pájaros, rocío, atraviesan puentes ensoñados, hasta que dice la poeta "la palabra
verdadera/ se extasía en nuestra sangre".
Fuentes, fresnos, palabras musicales y frescas, pasean su integridad en una
cosmovisión singular. Porque la monjita Gertrudis y nuestra Cristina enjugan sus
goces y sus penas en una sola voz que es la poesía.
"En el pozo de agua hallo mi Ser" nos dice en otro momento.
El Ser escrito con mayúscula porque ambas mujeres indagan hacia adentro hasta
pareciera como si el alma tuviese un color de jazmín, de plata de cristal en búsqueda
de la unión que exploraban con casi desesperación los antiguos mitos paganos en
seres ignotos, pero capaces de vivir y de soñar.
Pero cuando la búsqueda es tan íntima y esencial, se hace necesario el silencio.
Sí, La Palabra aflora en el Silencio, desde el Silencio porque "la Palabra se guarece//
en el Único Secreto/" dice Cristina.
Porque:"Ahora/ sólo en esta noche/ el Poema / es una gran Luz/ en tu Ser".
La disposición alternada de los versos tiene su razón de ser: el pensamiento fluye en
una traslación constante, no se detiene, pues en su ruta va encontrando el alma de
Gertrudis en su belleza trascendente, como agua que corre, sin cesar a la unión con lo
divino, con la Eternidad.
"Maderas/ teclados/ sonidos/ El viento y su ulular. /No veo./ La muerte es sólo sonido"
En su diálogo con la naturaleza se mimetiza con ella en una prosopopeya
sorprendente:
"Pasarán los días/ y el Dios de la danza/ se unirá en el centro"
Entre crisantemos y ciruelos para Gertrudis se espera la muerte.
La santa sufrió numerosas enfermedades y su biografía expresa que vio al Señor en
sus últimos instantes de vida.
Cristina Pizarro ha entrado en el alma de Gertrudis, con sabiduría, pero sobre todo con
sentimiento.
Me pregunto si como Santa Teresa de Jesús o como Gertrudis, no habrá entrado
también en una suerte de éxtasis lírico para regalarnos estas páginas colmadas de
belleza trascendente.
La tercera parte del poemario titulada Existencia no es menos mística.
El sentido del tiempo, presente en toda la obra:
"Y yo/ una fugaz imagen/ amarrada a una escalera infinita, no quiero dejar escapar/
entre las cenizas/ estos nudos de huesos/ plenos de estrellas"
"Los nudos deambulan, sollozan/ encienden las aguas// son sombras/ que no existen/
y resisten la Palabra"
La preocupación por la Palabra recreada en cada instante, preocupa a la poeta y el
significado y el significante se anudan casi febrilmente. Hay como una búsqueda de un
mundo nuevo a través del silencio. Tal vez, en su posesión, será posible "escribir
como los pájaros". La luz, el alma, el fuego, son elementos simbólicos frecuentes en la
voz de la poeta. Unidos, arden vivamente para terminar en el incendio de la palabra.
No se puede terminar un comentario de estas Confesiones, sin referirse a la Carta a
Gertrudis Glauben, al diálogo con ella y a los Recuerdos-deseos de Gertrudis.
Cuando Cristina habla con Gertrudis nos resulta difícil imaginar a la joven del siglo XXI con aquélla del siglo XIV.
Palabras como, repito, fuego, llamas, incendio, crisol, resuenan con una sonoridad
casi bíblica.
Casi como hermanas, Cristina dice: "Alcanzarás el Poema/ en la Eternidad.
La tierra es yerma porque GERTRUDIS ADOLECE DE SUFRIMIENTOS FÍSICOS
SÓLO ACALLADOS POR SU MISTICISMO. Por su diálogo con Dios. En este caso
con la joven que se entró en su alma para conversar con ella, muda y dulcemente. La
imagina en su mundo campesino, la sueña entre rebaños y pastores:"leías a Virgilio/
cincelabas tu voz/ en bellos versos/ brotados de tu espíritu benedictino."
han sido "Las Moradas" de Santa Teresa o "El Cántico Espiritual" de San Juan de la
Cruz .Nacida en la Alta Sajonia, estudiosa del latín y del griego, fue conocedora de las
obras de los Padres de la Iglesia y selló en su corazón desde niña la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús. Se la representa con un corazón en el pecho y dentro de
éste, una imagen del Niño Jesús.
Las Revelaciones en cinco libros dan a conocer la unión de su alma con Dios y las
gracias que éste le concedía a través de diálogos y momentos de éxtasis singulares.
"Signos Rotos" la primera parte del poemario de Cristina señala al Hombre como en
actitud de espera. Me pregunto ¿No está aún en espera el Hombre?
"Cómo morir/ de la muerte de uno mismo/ llorar de miedo y no poder amar" cito.
Mágicas palabras que dicen al Ser a la vera del camino en actitud expectante"
¿Dónde encuentra la poeta Cristina, la posible salvación?:
"He llenado mi copa de Bohemia/ de palabras.
Reflejan el paraíso recobrado", cito.
Está aquí el aire de misticismo que impera en casi toda la obra.
En una lograda antítesis nos dirá: "Mientras escucho el canto/ amanecen la palabras/
desterradas/"
"Se desgarra la palabra/ en la arena./
Hay signos rotos/ que deshacen el amor", cito.
Amor, desgarramiento, hasta violencia y gozo en oxímoron singular, señalan los
"Signos rotos" de Cristina Pizarro en un viaje que deviene hilo existencial, Eros, Dios,
eternidad.
En los cuadros visiones de Gertrudis Cristina encuentra un inefable comienzo: "Y
escribiremos /un poema/ para salvarnos de la muerte", cito.
La poeta usa juegos de palabras en una síntesis por momento lúdica, por momentos
trascendente. Eso asombra, maravilla.
¡Qué abstracción de este mundo enloquecido en que vivimos para insertar en la
palabra una pizca de llanto, otra de gozo, un ansia de paz!
Hay una delicadeza casi frutal, en las palabras que imperan en el libro y hasta
podemos imaginar el corazón de Gertrudis insertado , no en el de sus monjas
compañeras sino en el de la poeta.
En "Sobre los recuerdos-deseos de Gertrudis" la imaginación de nuestra poeta fluye
como agua cristalina. ¿Qué pensaba, qué deseaba, la joven monja: el río del olvido, el
palpitar de la casa, las voces extraviadas?, cito.
La enfermedad se acerca y el Amado la aguarda.
"Quién soy? interroga Cristina. "un archipiélago de seres y de cosas?
Sabedora de que el tiempo es transición, Gertrudis busca y espera el tiempo de la
Eternidad.
Se me ocurre recordar las sabias expresiones de Pfeiffer sobre la poesía: "La Poesía
logra abarcar de un aletazo, la totalidad de lo existente, conjurar de un golpe, lo más
lejano y lo más cercano" Porque, agrega, lo esencial es el temple que la empapa, la
verdad interior.
La poesía hace patente una actitud del hombre ante el mundo, a través de su
atemperada hondura esencial."
Recuerdo en este momento, los bellos y estremecedores versos de Miguel Hernández:
"Tanto dolor se agrupa a mi costado/ que por dolor me duele hasta el aliento".
Con no poca emoción, termino estas sencillas palabras recordando:.
Santa Teresa, siglo XVI dice: "Vivo sin vivir en mí/ y de tal manera espero,/ que muero
porque no muero"
San Juan de la Cruz, contemporáneo de Teresa, exclama:
"Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?"
Gertrudis siglo XIII y XIV, vivió en unión con el Amado.
Cristina Pizarro, siglo XXI, nos dice: "Amar sin ser amado/ sin amar/ amar y ser
amado. En este delicioso y profundo poemario nos estremece en sus búsquedas,
caminamos por sus pasillos interiores, para descubrir un alma transparente que ha
sabido encontrar mágicamente , para expresar con gran dosis de trabajo e inspiración
el auténtico milagro de la Palabra.
Buenos Aires, octubre de 2006.



ERNESTO GOLDAR

La estructura en equilibrio y las depuraciones verbales, configuran una modalidad apaciguada, límpida donde las precisiones y el discreteo de las pausas permiten sencillez a la palabra alcanzada y por íntima respuesta, el poemario, formalmente inviste la atribución de un gusto estético.
La memoria de Gertrudis es un itinerario en principio doloroso-los signos rotos-con las agonías que acosa, las destrucciones y las tensionadas derrotas. Los razonamientos interiores reconcentran la soledad y el fracaso, la experiencia del “yo” en el mundo. Sin embargo, el libro es también un desenvolvimiento hacia la luz y la existencia. A partir de “Cambios” la anécdota semantiza, precisamente, el hallazgo de la poesía celebrante, la alegría no exenta de ternura, el develamiento de la amplitud sensitiva y la certeza, los ecos que suscitan en el espíritu el progreso del alma, el ennoblecimiento de la realidad y el amor y la palabra recuperantes. El poema asciende a la luminosidad: “Después del dolor/inicio el viaje”
Es comprensible que el lenguaje y el ritmo de la parte tercera sean definitivamente distintos (ensueño, triunfal, aire, eternidad, ser, escritura), presencias que avanzan de la nada a la libertad, porque el mágico secreto está en la voz maravillada del poema. Hay poemas muy buenos en Existencia, 10, 16, 17 y el último, hermoso por cierto que concluye el hecho entrañable de vincular la poesía con la vida. Una bella confesión incansable.
Buenos Aires, agosto de 2006


CARTA DE IRENE MARKS

Cristina, te escribo para hablarte de tu libro, que me ha estado acompañando en los últimos días, porque su atmósfera me remite a tu búsqueda especial que es un camino hacia distintas dimensiones, hacia lo que espera más allá de los velos de la realidad.
La magia del camino, la sutileza de la reflexión sobre el encuentro y la partida, un concepto místico del amor cono iniciación y el regreso a las tierras medievales, a los momentos culminantes de diversas vidas, al alfabeto de los árboles, cuando la palabra tenía poder convocante, y la magia del espejo de agua: todo esto nos recorre y nos toca porque "Todo mi ser es cambiante"
Y los pétalos de las flores de ciruelo se transfiguran también, penetra el alma en la atmósfera del bambú, donde el Dios de la Danza llama.
La permanencia en distintos cuerpos y el no olvidar lo aprendido, el vuelo y el descenso forzoso en otro cuerpo "aparecen nuestros cuerpos ante los ojos y la luz", y siempre el amor, pese a que" en algún hueco del camino/nuestras vidas/ se separarán" "porque sé/ que las horas/ están contadas"

Y la lucidez total "Los Libros permanecen/alejados/ la imagen del poder/va borrando /las formas del rito", mientras "las palabras bordan la unión irrepetible de los cuerpos amantes".

Mucho más quisiera decirte, pero sólo mencionaré el hecho de que tu libro me ha conmovido, ya que su temática y su lirismo me han conducido hacia los mundos del Grial y del oriente a la vez, a la desolación de las aldeas quemadas por la guerra, al amor de los trovadores y a muchos otros temas que me son muy afines.



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