lunes, 5 de diciembre de 2011

JUICIOS CRÍTICOS




................................JUICIOS CRÍTICOS


"En un primer libro siempre hay señales de tanteo, de la busca, y aquí, en los Poemas de agua y fuego de Cristina Pizarro nos hallamos ante una poesía madura, una belleza que se anuncia desde el primer poema.
Ester de Izaguirre (Presentación de Poemas de agua y fuego, Sociedad Argentina de Escritores, 1993)


"Serenos y apasionados en su recorrido, estos poemas avanzan entre los juegos dialécticos de la existencia para instalarse definitivamente en la pureza primigenia. Los recuerdos y el transcurrir, la nostalgia y la esperanza, el norte y el sur, el cuerpo y el alma. Eros y Tánatos...van cincelando arabescos que esconden el arcano de los cuatro elementos. Aire, tierra, agua y fuego son, en efecto, reunidos y albergados por la autora en su propio cuerpo: sitio privilegiado en que la tierra, como mujer, es penetrada por el viento y los flujos deviene fuego transformador de la vida." Sonia Jostic en revista Alba de América (1994)

           

 "Los Poemas de agua y fuego transcurren entre metáforas y alegorías; entre imágenes y marcas míticas, para dar cuenta".. en una unánime e inabarcable traza poética la absurda grandiosidad, la descomunal precariedad de la existencia". El agua y el fuego, la tierra y el aire, son los caminos por donde transcurren los cuerpos y los sueños, la soledad y el mundo". 
Revista Novedades Educativas (1994)



"Una luz tenue se propaga, una luz que no reniega de la sombra, una sombra que ya no repite las reminiscencias que anuncian los poemas, un luz tejida por voces que evocan un campo de intensidad poblado de múltiples imágenes: ninguna de ellas: la memoria, el olvido, la ebriedad del cuerpo amado y distante, la dulzura del abandonarse, pueden reducirse a una sencilla representación, mucho menos es posible semejante reducción a medida que las figuras poéticas se despliegan más densamente."
Roberto Ferro  (Prólogo de La voz viene de lejos, 1995)    

"Una voz de antiguas resonancias en donde se conjuran la soledad y la belleza, impulsa el quehacer creador de esta poeta indudable que es Cristina Pizarro." 
Rubén Vela (contratapa de La voz viene de lejos, 1995)


“…las palabras son como delicados trazos, la frase más que "enunciada" se insinúa completando el verso, y más que "cosas" los versos, son habitados por presencias inmateriales: sombras, reflejos, fantasmas, luces, colores evanescentes. Luego aparece el amor con toda esa tensión que ha sido reprimida y el poema libera. (...)
Cada final de un poema, es un paso adelante que da el conjunto. Marca una diferencia e incita a seguir. Entrelaza. Va desarrollando un significado.(...)
Es la poesía de la mujer, de esta generación del noventa que ya impone su voz que-en vez de alertar-recuerda al hombre los valores perennes del sentimiento, los pequeños mundos que se descubren en la infancia y que, fatalmente, se reniegan o se reviven.
Para la autora  revivir es vivir y muy profundamente."  
Gustavo Soler (Presentación de La voz viene de lejos, Sociedad Argentina de Escritores, 1995)

“Cristina Pizarro nos induce directamente al significado de su poemario “La voz viene de lejos” cuando nos susurra al oído los siguientes versos:

      “En cada paso se escriben mis memorias
       Cuando empiezan a habitarme las palabras”.

En La voz viene de lejos se entretejen sus recuerdos, sus espacios; que no son más que “la casa blanca”, ”los corredores”, ”el patio”, los cuartos de descanso”, ”el aroma escondido en las cosas”, ”la luz del jardín”.
Lo maravilloso es la capacidad que nos muestra la poetisa para jugar con los espacios, transformarlos y convertirlos en espacios de intimidad.
Considero que en Cristina Pizarro viven y vibran todos estos espacios que ella con ingenio ha sabido transmutar hábilmente en poesía; rica en imágenes y bella en metáforas.
Si buceara en el mundo de estos poemas encontraría, sin duda un hilo conductor que me llevaría a elaborar una intertextualidad entre la vida de la escritora y "La voz viene de lejos"
Me aventuro a decir que vida y poesía se intertextualizan y se entretejen hasta que la poetisa cierra su poemario con el poema,  “Yo, Cristina Pizarro, provocando así una síntesis, que me atrevería a considerar como de desprendimiento:
                     
................“No sé si hubiera querido poseer
                     para mí sola
                     el mundo entero”

Aquí, ella marca la necesidad de compartir el espacio; y sólo aquel que es capaz de compartir puede enriquecerse interiormente.
Por eso creo que la escritora hace una significativa elección:
                     
...................“Y elegí perpetuar
                       junto al susurro de tu voz”.      
Cristina Campos de Osycka   (Presentación de La voz viene de lejos, 1995)


"En la poesía de Cristina Pizarro hay una fascinación melancólica y una visualización de la nostalgia . Es una poesía de idioma limpio. La tristeza es, según González Tuñón, una forma muy alegre de ser muy cuidadoso, medido."
 Atilio Jorge Castelpoggi (Presentación de La voz viene de lejos, 1995)



“Es indudable la fuerza creadora que guía su poesía, de indiscutible voz propia. No hay escisiones; sí advierto el recorrido de un camino ascendente que estructura y relaciona a un libro con el siguiente. Hay un sentido exacto de aquello que debe enunciarse, nombrarse, y del silencio elocuente que le debe seguir, espacio donde la palabra debe desaparecer.
Sus temas alcanzan a rozar -por tanto lo intangible e inefable en la medida justa que les permite vivir en la recepción del lector y desde allí proyectarse, sin separarse por ello del contexto de origen."
María Adela Renard (carta a la autora, 1995)



"Esa voz viene de la infancia y la autora pudo rescatar las esencialidades que habitan los días más largos y más importantes de nuestras vidas, nuestros primeros días. Hay una idea subyacente pero fuerte: uno vuelve a esos lugares con los propios paquetes cargados de presentes adultos.(...)En su poesía hay un latido de sensualismo hondo y sentido que atraviesa los objetos". 
Angeles Pradelli, de la presentación del libro en la Universidad de Domínguez Hills, California, 1995



 “Tus obsesiones conforman una obra impar en la literatura argentina, donde se desliza tu lenguaje en delicadas metáforas, casi como si nos fuésemos paseando por un mundo ocampiano.”  
Gloria de Bertero (carta a la autora, 1996)



“Estremecedora atmósfera de “misticismo salvaje” (según la definición que Cocteau dio de Rimbaud) nos depara la lectura de esta poesía capaz de ser anterios, incluso al bien y el mal. De estos poemas que nos muestran, piel adentro, que tales categorías solo son opuestos complementarios. Ellos y nosotros mismos y todo es Dios.” 
Fernando Sánchez Sorondo

“El lirismo que estratifica y transparenta en un juego de luces y en una imaginería de voces que guarda una secreta relación de parentesco con Emily Dickinson por su romanticismo y, entre otras, más cercanas, con nuestra Alejandra Pizarnik por su ceremonial de recogimiento. 
Manuel Ruano


 “Cristina Pizarro coreografía el sego místico de su lírica bien sea concebida con ritmos eróticos, o inspirada en la imantación de un cosmos que ella percibe benigno y amoroso”. 
Nélida Norris (University of Miami)


“En la autobiografía implícita aparece esta niña que fue la poeta, buscando y buscándose, y aparece también un sentimiento místico que está encarnado en el espacio físico de las iglesias, en sus detalles más nimios ,como las placas que señalan donaciones en los bancos del templo. Fuera de la iglesia, la mujer s e vuelve un habitante más en una gran ciudad, camina por San Telmo, pasea sus temores, su prisa, su asombro. Todo ello se encuentra resumido en las desnudas frases de los poemas. Son escuetas sus palabras, pero alcanzan para transmitir aquello que la creadora desea compartir con el lector". 
María González Rouco (Suplemento Cultura Diario El Tiempo de Azul)


Poemas de agua y fuego de Cristina Pizarro expresan el tránsito, los vuelos, la pasión, el nadar por las peripecias del vivir, las contradicciones de la existencia, en un impulso de descifrar verdades y encontrar la Esperanza.(...)
Leer sus poemas es comenzar con ellos la travesía: es ir recorriendo su sangre, fluyendo en creciente tensión, hacia la luz, la resurrección.” 
Eugenia Rosillo

“En su conjunto, es una poesía esencial, elaborada con equilibrio y madurez. Un fruto estético digno de la mejor creación lírica argentina. El "doble", la máscara, los símbolos milenarios, cuya hermenéutica nos brindan una lectura  del mundo que atraviesa los tiempos y los espacios, te sirven para tejer imágenes raigales que se adentran en el Ser.
Los espacios lejanos, los espacios cercanos van y vienen desde y hacia tu yo poético y plural." 
Norma Pérez Martín


“La poeta inicia una travesía en el tiempo a través de laberíntica sensualidad hacia una eternización vivencial. Con la intensidad de su expresividad y la plasticidad de sus imágenes, es axiomáticamente la vencedora de esa batalla.” 
Manuel Ossers (University of Winsconsin-Whitewate)


“Lirios prohibidos revela un tiempo metafísico en donde fluye la mirada poética, como una heroína insoslayable. La autora advierte la señal de la desventura. Asimismo, grávida de esperanza permanece, busca indicios en la memoria, y se regocija con “flores de seda” y con la melancólica sensación de la abrigada paciencia materna. La poeta sostiene la palabra, con las herramientas del amor, promete dejarse invadir por un estado amoroso, vital y lo eterniza. Más adelante, su canto se torna filosófico y como lo expresa en “Iluminación”, poema dedicado a la Madre Teresa de Calcuta, esta indagación toma forma de religiosidad.” Lidia Vinciguerra


 “Sus poemas dicen con voz no estridente porque desentonaría con el clima de sugerencia y misterio logrado -y abonado por referencias a lo mágico, estelar, quimérico, metamórfico, alquímico- y callan al advertir con Alfredo de Vigny que sólo el silencio es grande.  Ni secretean ni se quedan sin aliento.
Más bien adelantan sugestivamente el argumento recurrente del volumen: la espiritualidad como una forma de paradojal afianzamiento en el mundo de la vida para perfeccionarlo y hacerlo trascendente.  Si en rigor el influjo de Oriente –y de sus cosmovisiones místicas- parece constituir la materia prima de su obra, halló también una actitud abierta y un eclecticismo religioso enriquecedor en sus páginas.  Mitos y misterios, o tal vez mitos como representación de los misterios más hondos, son convocados por usted, no para resguardarse entre alegorías sino para aventurarse a las inquietudes ancestrales del hombre por el camino de los símbolos.  Con un lenguaje apropiado, por poético y metafórico, con raíz en los eternos libros sapienciales, aborda cada tormentoso; cada “vexata quaestio” y, si no lo resuelve con logicismo, en cambio los ennoblece con su fantasía.” 
 Carlos María Romero Sosa (carta a la autora, 1998)


“Aquel que haya tenido la oportunidad de disfrutar de la poesía de Cristina Pizarro, como yo lo hice no hace mucho con Lirios Prohibidos, juzgará inapropiado cualquier intento de mediar entre ella y la vívida experiencia de leerla. Aún así, sobrados son los comentarios que el mismo libro nos ofrece atendiendo la problemática de la obra, heterogéneas las visiones, nutridas las interpretaciones barajadas. Muchas de ellas optan por una explicación, si es que de explicaciones puede hablarse, de índole místico cuando no definitivamente religioso. Por mi parte, prefiero aportar otra lectura, y así como sé que el texto es pasible de las ya efectuadas, debido tal vez a ciertas evidencias que para no contrariar mi futura exposición llamaremos símbolos, diré también que el libro, entendiéndolo como un todo conceptual, es un claro manifiesto que anuncia una búsqueda intelectual y espiritual, un logos estético sólo hallable en la palabra, porque la palabra es su única esencia y su materia.
El intelecto, hijo de la razón y de otras ligaduras, es el que será absorbido por aquel remolino verbal que sigue hambriento. Es, justamente, ése el resultado de una trayectoria iniciática que aspira a suplantar al intelecto anteriormente mencionado por otras formas de conocimiento, formas ontológicamente más puras, que sin lugar a dudas abrevan en más de cien mil mitologías y que, seguramente, la autora, quiso reflejar en el particular mito de la cristiandad.
La imagen que asciende, otra vez se transforma en equipaje, palabras que hacen camino, versos como pasaporte, versos como pasamanos, hasta que el periplo concluya por fin con la noción de haber llegado a lo cierto, tan incierto para los que no zarparon aún hacia esas sombras, que bien está lo expresado en "Alquimia" como posible respuesta.
Ya para finalizar con esta palabras preliminares agregaré que quienes respetamos la Poesía por sobre todas las cosas, intuimos que tanto su lectura como su eventual producción denotan un viaje sin orillas y sin remos hacia lo no pronunciado, hacia lo desconocido, y Cristina Pizarro, irrefutablemente, ha regresado a salvo y más sabia de uno, sin otra pretensión que narrarnos su aventura.
Flavio Crescenzi (Presentación de
Jacarandaes en celo, APOA, Asociación de Poetas de la Argentina, 2003)


“Cristina Pizarro no permanece como mera espectadora sino que acciona y se compromete: “como un mortero, mis palabras amasarán el  pan para la comunión de nuestro pueblo”. Al igual que sus “poemas destruyen las formas del barniz”, dejan de lado lo superfluo, las envolturas, los brillos de la literatura facilista.  Todo grito nace delas entrañas que es de dónde debe nacer la buena poesía; engendrada, como dice la poeta en el “Ahora” que es el deseo todavía”. 
Marcela Predieri (Presentación de Jacarandaes en celo, Mar del Plata, 2003)

“…si tuviéramos que buscarle una imagen plástica, con quedaríamos con la de una mujer de frágil desnudez en medio del bosque. Sí, así es, porque estos poemas están  surcados de alta sensualidad y de todo lo que contribuye a enaltecerla: flores, frutos, pájaros y piedras preciosas, esplendores y tinieblas.
En el ritual de la plegaria o de la contemplación (siempre presente en Cristina) los atributos de su poesía alcanzan, de pronto, una cierta religiosidad donde nuestros límites se cuestionan y agonizan. Ya Cristina había expresado en Lirios prohibidos: "Duele tanto la materia/ hasta que se transforma en éxtasis". Y en el mismo libro también dijo, en uno de sus más bellos versos: "Busco en el cuerpo de Dios/ la palabra perdida".
Héctor Miguel Ángeli (Presentación de Jacarandaes en celo, Centro Cultural General San Martín, octubre de 2003)

“..y usted me pide que hable sobre sus poemas y haciéndolo, en cada uno de ellos, la veo a usted con su risa contagiosa y cantarina, vestida con extrañas telas de la India y collares que le cuelgan gloriosos como a la dama del Elche, y se me antoja entonces que usted es una sacerdotisa de un oráculo que rige su mundo, usted, forjadora de palabras y músicas distintas, habitante de una tierra en donde la creación del mundo justo acaba de concluir, pitonisa de la palabra exacta, que expande la música del poema, y usted, con un cesto de flores, recogiéndolas, acomodándolas sobre la tierra yerma, llenando los desiertos de calor y alegría.
Usted, Cristina, posee la mítica llave que abre la puerta del poema.  Nos brinda en su libro una sabiduría distinta que nos conduce a descifrar la clave del futuro, allí donde vive el poema. Sus jacarandaes apuntan hacia arriba, por donde, como quería nuestro querido Marechal, se llega al fin del laberinto, se llega a la verdad.
En este día iluminado por su estatura de poeta, le hago llegar mi alegría y mi gratitud por tanta belleza, por tanto amor, por tanta pura poesía”.
Rubén Vela (Presentación de Jacarandaes en celo, Centro Cultural San Martín, 2003)
 

 “El psicoanálisis dice: primero hay poesía y luego hay poeta. Pero ese poeta escapa al orden espacio-temporal de un mundo cotidiano. Parece que quiere decir algo y no sabe que las palabras se dicen entre sí.
La poetisa que albergas  pertenece a un mundo donde parece un ser libre y sin ataduras. Aunque sólo lo parece. También ella es prisionera del lenguaje del que pretende desligarse.
Antes de la poesía no se “es” y después el ser se desvanece. Sólo queda algo de la trascendencia:
Por eso Cristina, eres poetisa. Porque logras transformar la energía de lo efímero en algo que te trasciende, dándole un contenido universal y vital.
Puedes pensar tus poemas como  aquellos sueños diurnos donde te refugias, tus propias fantasías o como aquellos juegos que de niña jugabas en un mundo de placer. Aunque  ahora tus  fantasías al sernos ofrecidas  ya no te pertenecen.
Ahora nos pertenecen y  en cada poesía nos regalas un sentido. El sentido, no está antes, no es previo, se produce o no. Se produce en  cada uno de los lectores de tus poemas, despertando en cada uno, uno por uno, algo del placer perdido.
El placer de la infancia o del que produce aquel sentimiento religioso que, creyentes o no, habita en cada uno y que en tus poemas descubrimos con el regocijo de un encuentro.
Eres, en definitiva una mujer con valor y con coraje, porque dejas que tus fantasmas hablen para nosotros. Mostrándote en tus silencios y en esa búsqueda desesperada y esperada que te ayude y nos ayude a ver el más allá que hay en cada palabra formulada.....” 
Elsa Pintow (carta a la autora, 2003)



“Tus poemas me hablaron de un ámbito sagrado, permeable al ritual mágico de la creación, cultivado, venerado y custodiado por la autora. Me hablaron de búsquedas en el espacio y en el tiempo; me hablaron de una comunión esencial con el cosmos y la naturaleza; nombraron persistentemente a un amor que se intuye cimiento y pilar en la vivencia de la poeta...
Todo transfigurado por un lenguaje poético que jamás se abandona a la facilidad, que se sostiene en metáforas arriesgadas y en figuras e imágenes felizmente audaces.
Ya desde el principio adivinamos a la artista cuyo cincel no tiembla ante esa materia prima que es el lenguaje, y que, con actitud creadora-transgresora, funde en su nombradía, los mundos vegetal y animal para reflejar el espectáculo, la vivencia, la emoción, el símbolo y todas las connotaciones que sugieren sus versos."
Marcela Mercado Luna (Presentación de Jacarandaes en celo, Biblioteca Mariano Moreno  de la ciudad de La Rioja, 2004)


“Me arriesgo a decirte que te inscribes en una poesía de pensamiento. Me arriesgo a decirte que por esos andariveles te puedes sentir muy cómoda y halagada para producir y reproducir las resonancias del "otro". Querida Cristina, espero que sigas escribiendo,  desde el umbral del desgarro.”
Luis María Sobrón (carta a la autora, 2004)


“…me encuentro con poemas que además de hablar de la soledad y el mundo, o de viajes  hacia lo sensible, con una escritura del cuerpo desde las vísceras, donde hay un constante juego de seducción.
El cuerpo escritural, el cuerpo amante, el cuerpo que por momentos se esfuma, se ofrenda, es mordido, ensombrecido, un cuerpo nombrado por algún dios.  Cristina Pizarro, despliega toda  la sensualidad y erotismo escritural donde todas las palabras están al servicio del placer y a la vez del dolor, del desgarro, de la petit mort que significa darlo todo, entregarse”.
Graciela Licciardi (Ponencia en encuentro de escritores, en Mar del Plata, 2004)


Jacarandaes en celo  es extrañísima y notable muestra de una humanidad apremiante e invasora, de una devoción que halla altares dignos de sí, de una entrega simétrica a una conmovedora toma de posesión. De una poesía, en fin, que tras haber hecho un extenso camino literario, arriba a lo preliterario, donde la índole personal se confunde con la de todos y la emoción osa presentarse como emoción universal. Se entiende, pues, que esa relevancia alabada no es de formas y de equilibrios, sino de naturaleza humana. Siempre nos pareció tautológico aquello de “Poemas humanos”, título que César Vallejo dio a uno de sus libros, pero éste es el caso y hay que rendirse a la evidencia.
Cristina Pizarro ha vivido en el mundo de las letras por lo que distan de ser inesperados sus logros de construcción siempre adheridos a un expresionismo romántico más o menos canónico en los poetas de su generación. Las asociaciones místicas, el juego
ceremonioso de intercambiar vocablos, el laberinto armado y desarmado a voluntad, son recursos usuales y seguramente adecuados a la sensibilidad presente. Sólo que en esta ocasión, la riqueza vital del trance que manifiestan estos poemas anega esos predios y el agua se expande mucho más lejos: lo novedoso es, aquí, un recurrente exotismo, una nostalgia de paisajes raros, como si lo cotidiano no fuera suficiente y el entusiasmo sobrevenido requiriese vestiduras lujosas y solemnes para celebrar su boda  con esa inteligencia superior que debe habitar los textos verdaderamente importantes.
Obra de ruptura, de asunción de lo físico, de confesión, de intimidad, su horizonte no está puesto en ninguno de estos aspectos y tampoco en el desenvolvimiento cadencioso
De los versos escalonados, sino más bien allá, en una zona en que lo personal quiere transmutarse en ajeno. Me asusta un poco formular estas referencias porque pareciera que estuviese hablando de la verdadera poesía, de esa infrecuente y tan retaceada, a la que no es Admisible nombrar en vano. Sin embargo asumo el riesgo y lo digo: creo que este libro está poblado por una auténtica sustancia poética, creo que valen de vea sus figuras, sus símbolos y sus silencios, creo que no es literatura sino fulgor. Creo, asimismo, que Cristina Pizarro ha pagado, ya del todo y con buena moneda, el óbolo exigido.” 
Fernando Sánchez Zinny. (Letras de Buenos Aires, julio de 2004)


“Es la suya una poesía de generosa hondura y reflexión filosófica. Transcurre dentro de un sensible y estético lirismo que transparenta la función comunicativa de la palabra, esencial reguladora el estremecimiento intimista.
Los textos, con indulgente vibración, testimonia la actitud de una auténtica poética, dueña de esa claridad expresiva y expositiva que suele recrear el universo humanista en relación con la naturaleza viva y vivaz.
El tiempo-“esa medida y ese peso”, como alguna vez me atreviera a escribir-es la armonía de la atmósfera que presta su irrenunciable escenografía a la contemplación de la aventura vital, no pocas veces autobiográfica. Ello se complementa con un lenguaje económico pero resplandeciente, sin artilugios y con la dignidad y el valor de la escritura, más la riqueza de la lengua.”
Luis Ricardo Furlan (carta a la autora, 2005)


“Un libro de poemas lleno de lirismo auténtico y de hallazgos en el plano de la poesía.”
Rodolfo Modern (carta a la autora, 2005)


“La musa  lírica asume la omnisciencia de una exaltada Deidad que, partícipe de un profuso sensorio visual, imbuye su verso de un psiquismo rico en fragmentos alegóricos en tanto va en busca de un equilibrio restaurativo entre la vida y la muerte. En tal sentido, emblemáticamente iluminada, la poeta intuirá que la muerte es sólo uno de los tramos hacia la ruta celestial porque todo vuelve a renacer.
Desde esos vuelos empíreos-Deidad, vidente, ninfa, o mariposa –mujer-Pizarro conjuga versos que caen en ritmos prolongados o cortos, aunque siempre pródigos en sortilegio metafórico y arpegios líricos; en las configuraciones simbólicas; a veces herméticas, y sólo comprensibles en el imaginario cosmogónico; y en la embriaguez de los sentidos estimulados por un erotismo de gozosas vibraciones.” 
Nélida Norris (reseña para Alba de América, 2005)


En este libro de poemas de Cristina Pizarro encontramos los símbolos y elementos en del cual  el ser humano jamás puede despojarse; tan profundos y vitales, tan puros como la existencia misma; el agua, el fuego, la tierra y el aire están presentes en cada una de las palabras y permite al lector  penetrar en lo más profundo del ser.
El perfume de las flores de durazno, de ciruelos, de crisantemos nos transporta a tierras lejanas y a flores del pasado de jardines frescos y ancestrales que no podemos evitar sentir y logra envolver al lector en una siempre posibilidad de renacer  con la frescura y color de la naturaleza.
Lo femenino de estos poemas, reflejados por la serpiente, símbolo de protección en oriente para la mujer, símbolo de la búsqueda constante de toda mujer y de serpentear por los caminos sinuosos de la vida. 
Ana Maria Siri. (carta a la autora, Teherán, febrero 2006).

1 comentario:

  1. QUÉ BUENOS COMENTARIOS CRÍTICOS, CRISTINA. TU OBRA, POETA, TRASCIENDE Y TE TRASCIENDE. ME DA GRAN ALEGRÍA. FELICITACIONES. UN ABRAZO. CECILIA GLANZMANN

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Muchas gracias por dejar su comentario. A la brevedad lo podrás leer. Cristina.