viernes, 13 de junio de 2014

MIROSLAV SCHEUBA



de la presentación del libro de Cristina Pizarro,
NO SABRÉ EL FINAL DEL TIEMPO
Bienvenidos amigos y amigas. Bienvenidos porque estamos en el ámbito  propicio. Hay  escritores que construyen residencias para la posteridad. Hay escritores que en esos domicilios, construyen espléndidas mansiones literarias para la inmortalidad. Contemplo este piano nobile y pienso en ese príncipe del Renacimento  y que fuera dueño de esta mansión, el refinado escritor argentino  Enrique Larreta, digno representante del siglo XIX, siglo del renacer de las letras no sólo aquí en Argentina sino también en Italia y Francia. Si digo Italia, pienso en el Enrique Larreta italiano que fuera Gabriel D’Annunzio, quien escribía y vivía majestuosamente  frente al lago di Garda, en Il Vittoriale; si digo Francia, pienso en el Enrique Larreta francés, Paul Claudel, quien escribía y vivía a todo trapo en la mansión del presbiterio en Villeneuve-sur-Fère. La ecuación sería esta: gran mansión=gran escritor, una ecuación para el siglo XIX y que ya no está en vigencia. Digo todo esto porque nuestra poeta, Cristina Pizarro en un departamento, aquí en el barrio de Belgrano, ha construido una mansión literaria con ventanas a la inmortalidad de la belleza. Y no sólo con ventanas, sino con patios y jardines, con recámaras y aposentos que dan a balcones, balcones con almenas y balaustradas donde hay una reunión de símbolos y realidades, de grandiosidad y sencillez.
Para presentar tan altos poemas, Cristina nos ha convocado. Aquí hablarán su editora; el escritor y editor Wencelao Maldonado, quien profesa el sacerdocio de la poesía en español, latín y griego; después vendrá a hablarnos de la obra, Carlos Barbarito, buen escritor y mejor crítico de Artes Plásticas, y nos recitará poemas del libro la querida Poly Ballestrini, lorquiana de fuste y que a partir de hoy, será pizarriana de pura cepa.
Antes de pasar la palabra a Wences, agregaré algunas: Monsieurs Dames, bajo este liviano libro, perdura una mujer fuerte, una mujer que ha trabajado, como diría Olga Orozco, gran amiga, que ha trabajado “en las canteras del verbo, en la roncas fundiciones de la poesía”, trabajo que se refleja en este libro que tiene el refinamiento poético de Larreta, cuyas páginas están iluminadas con el fuego sagrado de D’Annunzio y la pasión por el Universo de Claudel.  Por lo tanto, en este bello libro hay más epifanías que laberintos, más alondras y ruiseñores que cuervos y vampiros (si bien hay algunos vampiros que la autora  puso “pour la gallerie”); en suma, hay más bellas cariátides y Afroditas que feas gárgolas y brujas, y aquí termino, hay más perlas y gemas preciosas que carbones y cenizas.
                                                                                          Miroslav Scheuba


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